Qué Son el Bien y el Mal
Todo lo que entra a este plano de realidad está matizado con las dos polaridades, por eso existen dos fuerzas básicas representadas en el bien y el mal, técnicamente el bien recibe el nombre de “principio de favorecimiento”, porque es la fuerza que beneficia e impulsa al ser a que alcance sus más altos logros, y el mal recibe el nombre de “principio de oposición”, ya que es la fuerza que se opone al avance, a la evolución, a que el potencial se manifieste, a que se realicen los buenos propósitos, por eso desde la filosofía, el mal se asume como una privación, la privación de lo bueno o virtuoso.
Lo más importante con respecto al bien y al mal, es entender un misterio que los envuelve y que ha generado las más grandes confusiones, con respecto al bien, la confusión es que cuando éste se pasa de la justa medida puede llegar a lo contrario, es como si fuera un mal disfrazado de bien, así como le sucedía a Hércules cuando iba a ayudar a alguien, era tanta la fuerza que terminaba haciéndole daño, otro ejemplo de ello se ve en el caso del síndrome de Peter Pan, en donde existen unos padres devoradores por el lado de la sobreprotección, o sea que quieren tanto al hijo o a la hija, que le hacen todo, y con esto mutilan simbólicamente sus manos, por lo que cuando crece se vuelve un adulto perezoso y queda en una especie de adolescencia perpetua, sin haber integrado la responsabilidad ni la independencia.
Con respecto al mal, la confusión es que un mismo evento negativo tiene dos enfoques básicos que reciben dos nombres diferentes, “cuando el evento negativo se padece o se sufre, toma el nombre de dolor, adversidad o problema”, y “cuando el evento negativo se ejerce o se actúa, ahí es donde sí se llama mal”, o sea que cuando llega lo más negativo así sea la desgracia, en realidad no es algo malo sino que es un reto o un aprendizaje, puede tomarse como un bien disfrazado de mal, por eso aquí se encuentra la aclaración más importante de este libro.
Para que no se malinterprete el principio de oposición, hay que entenderlo por encima del bien y del mal, o sea, verlo como la escalera que nos posibilita superarnos y ser cada vez mejores en la medida que avanzamos, o verlo como el gimnasio que nos pule un talento, por eso cuando uno se va a destacar en una virtud, por lo general tiene sus inicios en el polo opuesto de esa virtud.
Cuando aparece un evento negativo no puede tomarse como mal, ya que en realidad es más una prueba o reto, que si se supera se convierte en una herramienta de vida, y cuando no se supera, por lo general deja una enseñanza que se vive como un proceso hasta que finalmente se logra superar, pero cuando el evento definitivamente no se supera y genera aspectos negativos crónicos como patologías, defectos o antivalores, ahí es que se convierte en mal, porque la persona lo empieza a ejercer o a actuar, generando daño para sí mismo y para otros, o sea que el daño que se hace de forma consciente o inconsciente es lo que diferencia al mal del resto de aspectos humanos, por eso es que el mal no es una característica de la naturaleza o de los animales, sino una propiedad que está reservada sólo para los seres conscientes, ya sean humanos o extraterrestres.
Cómo dijo Jesús, “lo que envenena al ser humano no es lo que entra por la boca sino lo que sale de su boca, ya que lo que sale de su boca del corazón procede”, o sea que el mal no es lo que llega desde afuera, ya que estos son sólo problemas, dolor y adversidades, que se convierten en retos y aprendizajes, el verdadero mal es el daño que hace el ser humano, el cual proviene de sus defectos, patologías y antivalores, que en realidad son larvas energéticas malignas que han sido sembradas en cada persona para drenar su energía y controlar su mente.
Hay que entender, que así como el bien puede ser malo en muchos sentidos, de igual forma el mal puede ser bueno en muchos sentidos, ya que también es la escuela que nos enseña importantes lecciones de vida, y nos sirve de escalera o principio de oposición (dificultad, problemas, pruebas, adversidades) para poder superarnos, evolucionar y ser mejores personas.
No hay que tenerle miedo al mal sino aprenderlo a valorar y a sanar, con el objetivo de dejarlo de padecer como víctima e integrarlo como principio de vida, y así cuando aparezca en la cotidianidad, se sepa exactamente cómo manejarlo para no dejarse afectar, sino por el contrario, utilizarlo como un medio que permita alcanzar cosas positivas.
El mal hace pareja con el bien así como la oscuridad hace pareja con la luz, la noche hace pareja con el día, lo femenino hace pareja con lo masculino, y la luna hace pareja con el sol. Lo anterior no significa que la oscuridad sea mala o que la noche sea mala, por eso aquí se habla del término “mal” por encima del bien y del mal, o sea que desde esta perspectiva, el mal no es lo más aterrador y negativo del mundo, sino que es una parte de la ecuación de la vida.
En síntesis, cómo lo veremos a continuación, el bien corresponde a los ángeles o dioses luminosos, que se mueven detrás de todo acto, pensamiento o acontecimiento, buscando el beneficio del otro, y el mal corresponde a los demonios o extraterrestres oscuros, que se mueven detrás de todo acto o pensamiento, buscando la tentación o el daño del otro. Por eso el bien y el mal son las dos fuerzas fundamentales que habitan en el corazón de cada persona, y sólo depende de cada quien a cuál de ellas alimenta y potencia.